Personas sin discapacidad.

Es una conversación contigo acerca de las personas, solo de personas, seres vivos que comparten una misma sociedad en la que no siempre vivir y relacionarse es igual de asequible para todos. Si nos referimos constantemente al concepto de personas con discapacidad es porque lo diferenciamos de aquel otro de personas sin discapacidad. Parece como si hablásemos de dos orillas de un mismo río y un mismo caudal, el humano, empeñados en construir muros más que puentes que pudieran ser utilizados para cruzarlo.

Con esos puentes sería posible, desde la empatía, conocer y descifrar los códigos y pulsiones que rigen las emociones, necesidades e inquietudes a eso otro lado de la orilla; descubrir que las personas y las interacciones deben prevalecer sobre los procesos y las herramientas.

Desde la orilla de las personas sin discapacidad y a lo lejos, no se aprecian ni conocen las carencias, obstáculos y barreras que se encuentran en el entorno. No se puede sentir que lo peor en una situación de discapacidad no es la limitación ni la desventaja que acarrea, sino estar a merced del otro. En esa orilla se piensa que la pasión, el talento y la motivación son su patrimonio exclusivo; se ignora lo que significa vivir con dificultades y barreras para acceder a cualquiera de esas vivencias humanas; lo que supone anteponer lo que queremos evitar a lo que queremos lograr.

Deberíamos vivir y practicar los valores que solemos predicar. La situación de discapacidad no invalida o incapacita para ser o estar, ir o venir, amar o ser amado, trabajar en esto o en aquello; son más bien los prejuicios hacia y desde la discapacidad los que verdaderamente torpedean cualquier posibilidad de vivir como cada uno quiera.

La discapacidad ha sido siempre reducida a un solo capítulo: el de las deficiencias y limitaciones; ahora debemos escribir los restantes capítulos censurados y desconocidos: las necesidades, inquietudes, expectativas, anhelos, sentimientos, capacidades y habilidades.

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